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Informe de estabilidad financiera de Hogares Primer Semestre 2021.


El informe de estabilidad financiera primer semestre 2021 del Banco Central de Chile dado a conocer este mes (IEF), resumió nuestras principales condiciones financieras nacionales informe desde el cual hemos extractado lo referido a personas y hogares.


HOGARES.


Desde el IEF anterior los hogares han mostrado una mejora en liquidez y suficiencia de ingresos, producto de los retiros de ahorros previsionales y la mayor cobertura de los programas de apoyo, aunque con un deterioro de su posición financiera.


Las restricciones a la movilidad implementadas debido a la pandemia del Covid-19 han limitado la capacidad de los hogares para generar ingresos y debilitado el mercado laboral. Esto ha llevado a un ajuste de sus hojas de balance para amortiguar el shock, principalmente mediante postergación de pasivos y liquidación de activos de largo plazo. Estos elementos han conllevado una menor demanda de crédito por mayor liquidez y menor consumo por motivo precautorio, mientras la posición cíclica de la economía y la incertidumbre sobre la velocidad de recuperación han ajustado la oferta. Así, la deuda de los hogares ha profundizado el menor dinamismo que mostraba en el Informe previo, cayendo 2,3% real anual en el primer trimestre de 2021. Esto ha llevado a una estabilización del endeudamiento en torno a 50% del PIB en el último año.


Durante la pandemia entre 50 y 60% de los hogares han visto reducidos sus ingresos, con mayor magnitud en los primeros quintiles.


El inusitado tamaño del shock ha llevado a un amplio despliegue de políticas de apoyo en tres frentes; utilización de ahorros, postergación de pagos, y subsidios o transferencias directas. La diversidad de medidas responde, entre otros factores, a que la alta heterogeneidad del ajuste de ingresos. De acuerdo a la VII Encuesta de Protección Social, en el tercer trimestre de 2020 un 54% de los hogares declaraba tener menos ingresos que antes de la pandemia.


En tanto, según el Ministerio de Desarrollo Social (MDS), con información al cuarto trimestre, más de un 55% de los hogares en los primeros dos quintiles vieron reducido su ingreso respecto del periodo previo a la pandemia, dicho número se reduce a 37% en el quintil más alto. Así, desde el inicio de la emergencia sanitaria se han agregado programas de apoyo y otros se han extendido, de acuerdo con el MDS, al cierre de 2020 más de la mitad de los hogares en Chile se encontraba recibiendo algún tipo de beneficio y un 31% declaraba no tener suficiente ingreso para cubrir sus gastos. La insuficiencia de ingresos sube hasta 48% de las familias en el primer quintil y llega a 16% en el de mayor ingreso. Con todo, la evolución muestra una mejora respecto del 49% de insuficiencia medido en julio del año pasado, pero aun por sobre el 17% previo a la pandemia.



Esta dinámica coincide con las señales de recuperación del mercado del trabajo, el que desde agosto de 2020 ha recuperado más de la mitad de los 1,8 millones de empleos destruidos en comparación con julio de 2019. La fuerza laboral se redujo en el mismo lapso en algo más que 700 mil personas. Esto plantea desafíos hacia adelante en la etapa de recuperación, toda vez que las holguras se han reducido y por tanto es menor el espacio para enfrentar nuevos shocks o una reactivación más lenta que lo esperado.


El escenario enfrentado durante la crisis elevó los indicadores habituales de apalancamiento y servicio de deuda sobre ingreso de los hogares, principalmente por la caída de este último. En particular, para deudores bancarios asalariados, la mayor deuda sobre ingresos se debió a la reducción de los segundos y el efecto de menor amortización de obligaciones entre quienes han reprogramado. Así, para el deudor bancario mediano esta razón aumentó desde 5,5 a 6 veces el ingreso entre enero y junio del año pasado, revirtiendo dicho aumento desde el IEF anterior para ubicarse en lo más reciente algo por debajo del nivel previo a la pandemia.


En tanto, la postergación de cuotas contuvo el aumento del servicio de deuda durante abril y mayo, meses en que los deudores fueron más activos difiriendo pagos. Para luego continuar aumentando en tándem con menores ingresos, alcanzando un máximo de 25% del ingreso mensual hacia mediados de 2020. Desde junio esta tendencia se revirtió, a medida que la economía comenzó a recuperar los empleos destruidos. Llevando este indicador a cerca de 20% al cierre del 2020. De manera similar, se revirtió el aumento del porcentaje de deudores bancarios con alta carga financiera y apalancamiento, combinación que implica mayor riesgo relativo de impago futuro.




Además de limitar la ocurrencia de impago, las políticas han disminuido la tasa de incumplimiento a mínimos históricos. Desde abril del año pasado, cuando se iniciaron las reprogramaciones bancarias, se comenzó a verificar una tendencia decreciente entre deudores hipotecarios con más de un crédito (gráfico II.17), la cual fue reforzada por el aumento de liquidez proveniente de los retiros de ahorros previsionales. Así, el accionar conjunto de las políticas de apoyo llevaron la tasa de impago de consumo desde 6,6 a 3,6% de los deudores entre enero del 2020 y el mismo mes de este año.


Respecto de las reprogramaciones vistas mayormente durante la primera mitad del año pasado, cabe destacar que parte de los retrocesos en la morosidad registrados tras reprogramar pudiesen revertirse en los próximos meses. Es así como, en casos anteriores de reprogramaciones de créditos se ha verificado un rebote de los impagos habiendo transcurrido entre un año y un año y medio desde la operación. Esto se produce por la acumulación de cuotas postergadas cuyo pago se activa e ingresos que no crecen a la misma velocidad (Bergant y Kockerols, 2020 y Córdova y Toledo, 2020).

Ejercicio de tensión para hogares.


Con el fin de evaluar la estabilidad de la situación financiera de los hogares se plantean dos escenarios de tensión[1]: En el primero, la tasa de desempleo nacional aumenta en un año hasta 15%. En el segundo escenario, la tasa de desempleo se eleva hasta 18% en un año. En ambos ejercicios la destrucción de empleos se concentra en los sectores de construcción, comercio y otros servicios. Estos escenarios no corresponden a proyecciones del rumbo futuro del mercado laboral, sino que permiten ilustrar la relevancia del canal de la pérdida de ingreso en las finanzas de los hogares y en los efectos para la banca. Se consideran ingresos laborales y también las transferencias provenientes de los programas de apoyo. El ejercicio reproduce, a partir del segundo trimestre del 2021, una evolución del mercado laboral que repetiría el patrón visto durante la crisis asiática, desde el primer trimestre de 1998.


A las medidas de apoyo consideradas en el IEF anterior se suman las extensiones de la Ley de Protección del Empleo (LPE) y del Ingreso Familiar de Emergencia, y el segundo retiro de fondos previsionales. Bajo el escenario de menor creación neta de empleo, los mitigadores vinculados a la LPE, retiro de fondos previsionales, y a las transferencias directas tienen mayor impacto relativo.


Los resultados muestran que, desde el IEF anterior, se produjo una leve disminución de la deuda bancaria en riesgo mantenida por los hogares, pasando desde 1,3 a 1,2% del PIB (gráfico II.24). La implementación de nuevos mitigadores desde entonces y la creación de empleo hace que los escenarios de tensión entreguen resultados con menor deuda en riesgo que lo visto en el Informe previo.





Bajo el escenario de mayor desempleo ––de 18%–– se produciría un aumento sustancial de la proporción de individuos vulnerables (carga financiera superior a 40% de su ingreso). Esto se traduciría en mayor impago bancario, el cual medido como deuda en riesgo pasaría desde 1 a 2% del PIB en el transcurso de un año, ubicándose en nivel similar a lo visto durante la Crisis Financiera Global. En tanto, con una menor tasa de desempleo ––de 15%––, los efectos en riesgo de crédito serían sustancialmente menores. En específico, la deuda en riesgo llegaría a 1,5% del PIB, medio punto porcentual debajo del escenario con más desempleo. La menor pérdida de empleo tiene mayor efectividad reduciendo el riesgo de crédito de la cartera hipotecaria, mientras la deuda de consumo en riesgo es la que más aumenta proporcionalmente.


En resumen, los hogares —al igual que el resto de la economía— siguen enfrentados a un entorno macro- financiero incierto producto de la pandemia, el cual ha mostrado ciertas señales de mejoría desde el Informe anterior. Ante la inusitada magnitud y persistencia de la pérdida de ingresos, los hogares han debido ajustar sus hojas de balance, transformando activos de largo plazo en liquidez y reprogramando pasivos. La amplia reacción de política implementada de manera transversal ha mantenido contenido al impago. Sin embargo, medidas de mitigación como las reprogramaciones incuban vulnerabilidades hacia adelante, mientras que los retiros de ahorros previsionales los dejan con una situación patrimonial debilitada en el largo plazo.

En el actual escenario, el principal riesgo para el sector lo constituye una prolongación de la emergencia sanitaria y el consiguiente retraso en la recuperación económica y del mercado del trabajo.


En el transcurso de esta crisis se han reducido las holguras tanto de los hogares como de quienes implementan las políticas de apoyo, considerando que los riesgos subyacentes no han desaparecido, las vulnerabilidades de estos agentes podrían materializarse en un escenario adverso respecto de la evolución de la pandemia.

[1] El modelo subyacente contempla dos etapas. En la primera, se relaciona la probabilidad de destrucción de empleo individual con características del trabajador y de su empleo. En la segunda etapa se relaciona el impago de la deuda correspondiente con la probabilidad de pérdida del empleo, ingreso y otros controles. Para mayor detalle ver Córdova y Valencia, (2020).


Fuente: Banco Central de Chile.

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